¿Cobardía?

31 enero, 2019

Cervantes, Goethe, y Francisco de Quevedo. Sin duda alguna, tres de los grandes literatos que hemos tenido nunca en nuestra historia, la historia de la humanidad.

Pero el hecho de que sus nombres deban ser escritos con mayúsculas enormes, como sin duda merecen, no es lo único que tenían en común. También les unía la ignorancia más profunda. Ignorancia que  les llevó a dejarnos, en su legado escrito, ideas que ni siquiera merecen ese nombre. Estupideces, también mayúsculas, que casi podrían dar sombra por si solas a buena parte de la obra de estos genios. Y es que no todo lo que sale de un genio es una genialidad, y ahora os explicaré por qué.

Hace unas tres semanas, el Instituto Nacional de Estadística dió a conocer los datos sobre muertes en España. Por fin los accidentes de tráfico ya no son la primera causa de muerte no natural. Es para celebrarlo.

Parece ser que las cosas se estan haciendo bien. Y aunque no debemos levantar el pie del acelerador en ese sentido (bonita paradoja), sin duda alguna, los contínuos descensos de estas cifras invitan al optimismo y a sentirnos orgullosos del esfuerzo que, como sociedad, estamos realizando. 

Sin embargo, la cifra que hasta ahora pasaba desapercibida para todos nosotros, la que era la segunda causa de muerte no natural, lidera ya, a fecha de hoy, esta macabra clasificación. Y son los suicidios. Al menos 10 cada día. Casi 4000 al año. 1 mientras escribo esta entrada en mi blog. Simplemente desolador.

En los últimos tiempos nos han conseguido concenciar del grave problema de los accidentes de tráfico. Ya sea en radio, prensa, televisión o internet, multitud de campañas de información, anuncios, webs sobre seguridad vial, y como no, los radares con sus sanciones, han conseguido crear una conciencia colectiva que nos ha llevado a salvar un montón de vidas. Y ese tanto nos lo tenemos que apuntar nosotros, la sociedad, pues todos colaboramos en mayor o menor medida.

Pero en esta sociedad, todavia no somos conscientes de que esa persona que tenemos al lado puede haber entrado en un oscuro túnel. Un túnel en el cual el dolor interior está por encima de cualquier aliento. Un dolor que ata, que hunde, y que impide que la más poderosa luz alumbre. Un dolor contra el que se lucha y al que se intenta combatir. Pero es un dolor contra el que poco se puede hacer, que desgasta poco a poco y día a día. Y son valientes. ¡Claro que lo son! Luchan y pelean hasta límites inhumanos. Cada día es una cruda batalla. Un día luchan por ellos, otro por su familia, otro por sus amigos, otro por sus vecinos, por su pueblo, por sus recuerdos, por sus difuntos, por ti y por mi. Otro ni siquiera saben porque luchan, pero lo hacen. Pero son humanos, y tienen límites. Ni el mejor de los atletas podría correr de forma perpétua sin cansarse. 

Decía Cervantes que "quitarse la vida es la mayor cobardía del mundo". Goethe que "es mas fácil morir que soportar una vida llena de amarguras", y Quevedo simplemente calificaba el suicidio como "necio y cobarde". Mientras pensaban semejantes sandeces, perdieron su tiempo sin darse cuenta de que quizá, cerca de ellos, había personas que necesitaban ser rescatadas. ¿Alguna persona en su sano juicio califacaría de cobardes a las víctimas del 11-S que, empujadas por las llamas, saltaron desde las torres? Supongo que nadie, porque esas llamas son visibles y comprendemos su efecto. Sin embargo no son las únicas llamas que pueden consumir por completo a un ser humano. Hay otras que queman desde dentro. Invisibles a nuestros ojos. Y cuando tenemos la desgracia de contemplar sus efectos, es mucho más fácil tildar a las personas de necias, cobardes o egoistas que preguntarnos como y por qué arden esas llamas y que hubieramos podido hacer para apagarlas. Buscamos un culpable en lugar de una solución. Y como sociedad, no podemos seguir echándole la culpa al muerto, pues es la víctima de la situación. Una situación que le empuja a quitarse la vida, como única opción para detener su sufrimiento. Y eso es de todo menos fácil.

Al igual que la solidaridad social ha servido para transformar la conciencia de todos ante el problema de los accidente de tráfico, ahora que hemos descubierto la tragedia del suicidio, ojalá se ayude a la sociedad a comprender la gravedad del problema, a identificar sus causas, a detectar sus síntomas, y a condenar a la ignorancia a todos aquellos que hablan por hablar y que juzgan con tanta vanalidad, aunque se llamen Cervantes o Quevedo.

Y es posible. Ya hemos visto como nuestro empeño hace que se señalicen los puntos negros o se sustituyan los quitamiedos tan lesivos para motoristas. Hemos visto como nuestra presión obliga a dirigentes a gastar recursos en campañas de prevención y anuncios. Hemos visto como se da charlas a los escolares. Hemos visto como los fabricantes de vehículos se esfuerzan en mejorar las medidas de seguridad. Pero lo más importante, es que hemos visto los buenos resultados a los que lleva que la sociedad esté informada y concienciada acerca del problema.

Por eso, exijamos que conciencien a la sociedad. Exijamos que se encierren los prejuicios. Exijamos que se ponga el mismo empeño en reducir esta lista de trágicas muertes. Y exijamos, sobre todo, que nos ayuden a ayudar.

Un saludo a todos.

Berto.